Apropiación social del
conocimiento. Enfoques y aproximaciones La apropiación social del conocimiento
se entiende como un proceso que implica, por un lado, la disposición de los conocimientos
científicos y tecnológicos en un escenario y lenguaje comunes para la sociedad;
y por otro, que el ser humano hizo suyos tales conocimientos como elementos
útiles y necesarios para su beneficio y provecho. Apropiación social del
conocimiento, desde la óptica de la sociedad del conocimiento, significa,
entonces, la democratización del acceso y uso del conocimiento científico y
tecnológico, como estrategia para su adecuada transmisión y aprovechamiento
entre los distintos actores sociales, que derivará en el mejoramiento de la
calidad de vida de las comunidades y sus integrantes.
Esta afirmación implica
que las universidades (como el lugar donde se alberga la mayor parte de las comunidades
científicas), en armonía con los gobiernos, deberán prestar atención a la tarea
de llevar a públicos amplios, más allá de los círculos académicos, el
conocimiento que la actividad científica y tecnológica producen y que podría
beneficiarlos. Por eso, el establecimiento de focos de intervención
universitaria para la solución de problemas sociales y la producción de nuevo
conocimiento, significa un reto epistémico en cuanto al modo dominante de
producción de conocimientos en las universidades, porque estos no deben quedar
reducidos a las elites intelectuales.
Así, apropiar, también
entra en juego con lo ideológico, en la medida que será necesario abandonar la
idea de la extensión universitaria como una cuestión de asistencia, para llegar
a la democratización del conocimiento como un compromiso social de construcción
conjunta, lo que acarrea la responsabilidad de una dedicación especial respecto
a los modos como se comunican y entregan los saberes a la comunidad (Carrizo,
2001).
De este modo, la
apropiación social del conocimiento se orienta, por una parte, a la comprensión
de los procesos vitales del ser humano y los fenómenos físicos de la
naturaleza, a la vez que a la promoción de los conocimientos tradicionales,
representaciones e imaginarios de las culturas humanas, que constituyen el
conocimiento científico-tecnológico y el socio-cultural. Por otra, también
pretende contribuir a la formación integral de profesionales y científicos que,
más allá de sus conocimientos disciplinares, comprendan el significado y el
compromiso social de las representaciones de su quehacer. Así, el gran salto a
la denominada ‘sociedad del conocimiento’ implica, en principio, de parte de
las universidades y los gobiernos, la implementación de mecanismos de
participación y socialización de la ciencia y la tecnología, esencialmente.
De ahí que empiecen a
aparecer políticas públicas orientadas a la divulgación, que deben atender los
posibles usos de los conocimientos científicos y tecnoló- gicos de los que la
sociedad podría sacar provecho, lo cual quiere decir que representan los
“diversos intereses sociales y políticos, que se corresponden, a su vez, con
determinadas preferencias ideológicas, ideales sobre la ciencia, y con
distintos tipos de actuación y formas de relacionarse con el resto de las
culturas” (Sanz, 2008, pp. 87-88).
Ello implica la
participación social igualitaria, más y mejores canales de comunicación que
permitan entablar una conversación concertada, así como la formación de opinión
pública, es decir, llegar a un verdadero “contrato social” para la ciencia y la
tecnología que asocie a todos los actores de la sociedad (Lozano, 2008.
Apuntar, entonces, a
una gobernanza política en ciencia y tecnología, que se refleje en mejores
programas, planes y proyectos científicos y tecnológicos que contribuyan al
mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos, implica necesariamente
que quienes viven dentro de una misma comunidad ayuden a definir sus
necesidades más prioritarias. Como lo afirma Cuevas (2008, p. 77), no hay una
metáfora mejor para ilustrar el asunto que la de Dewey: “Nadie mejor que aquel
que usa los zapatos, para saber dónde le hacen daño, sin embargo, es el
zapatero experto el que sabe cómo arreglarlos” (Dewey, 1927, p. 364).
En resumen, la
apropiación social del conocimiento es un reto también político, en la medida
que la esfera pública debe tomar conciencia de la importancia del nexo
inexcusable entre el poder y el conocimiento, como base para tomar las riendas
de la vigilancia científica de los adelantos en el ámbito académico, tanto en
lo que se refiere a los modos de producción de los conocimientos como a sus
usos y aplicabilidad, o sus potencialidades en contextos científicos, que
puedan ser desarrollados particularmente en la intervención social (Carrizo,
2001).
De igual modo, la
creciente mercantilización del conocimiento ha propiciado que los medios de
comunicación empiecen a tratar cotidianamente temas de ciencia y tecnología,
circunstancia que pone sobre el tapete el asunto de la responsabilidad social
frente a la socialización pública de los resultados de las investigaciones y
adelantos en materia científica y tecnológica. Esto significa la detección de
un asunto de interés social, y la necesidad de crear espacios para una
discusión en la esfera pública.
Las actividades de
divulgación y apropiación social del conocimiento en los países de
Latinoamérica han recaí- do esencialmente en los medios de comunicación y, por
ende, en los comunicadores y periodistas. Esto implica, por un lado, que la
divulgación científica y tecnológica está limitada por la oportunidad de acceso
a los medios de comunicación y que se encuentra concentrada en las grandes
urbes; y por otro, que la responsabilidad de una de las tareas estratégicas del
desarrollo científico y tecnológico de la región recae solo en los mediadores y
no en los generadores de conocimiento.
Si bien es cierto que
tanto los medios como los periodistas han mejorado su preparación y cambiado el
contenido y naturaleza de sus mensajes, esto solo ensancha más la brecha
digital, en la medida que la calidad de la divulgación de la ciencia será muy
alta en algunas zonas y muy baja en otras, debido a las marcadas diferencias
sociales, económicas y culturales que caracterizan los países en América Latina
(Muñoz, 1985). A lo sumo, las temáticas de las que los medios hacen divulgación
siguen transitando por los mismos senderos de la astronomía, la medicina y la
tecnología. Eso no está mal, pero no se les ha prestado la suficiente atención
a los desarrollos científicos de los centros y grupos de investigación de la
región.
El periodismo
científico, que ha servido como fuente de aprendizaje, busca hacer
comprensibles los conocimientos derivados de estas investigaciones y constituye
una verdadera herramienta de alfabetización científica, porque está dirigido a
públicos amplios con diferentes niveles educativos, económicos y sociales. Sin
embargo, faltan, tanto en cantidad como en calidad, profesionales dedicados a
la comunicación, divulgación o popularización de la ciencia, que sepan
interpretar y reinventar las representaciones que de ella se crean en el
imaginario de los ciudadanos, para que puedan apropiárselas los diferentes
públicos científicos, pero también los que no lo son. (Lozano, 2005).
Comunicadores y
periodistas deberán desplegar una serie de estrategias para articular los
medios y mediadores con los creadores de conocimiento, así como con los
usuarios finales, es decir, la sociedad. Para ello, irremediablemente,
necesitan la colaboración de otros sectores, sobre todo aquellos relacionados
con la gestión y conservación de la información científica y tecnológica
Fuente: MARÍN AGUDELO, Sebastián Alejandro.
Apropiación social del conocimiento: una nueva dimensión de los archivos.
Revista Interamericana de Bibliotecología. 2012, vol. 35, n° 1; pp. 55-62.
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