EL ORIGEN DEL CONOCIMIENTO.
1.Racionalismo.
Se denomina racionalismo a la doctrina
epistemológica que sostiene que la causa principal del conocimiento reside en
el pensamiento, en la razón. Afirma que un conocimiento solo es realmente tal,
cuando posee necesidad lógica y validez universal. El planteamiento más antiguo
del racionalismo aparece en Platón. El tiene la íntima convicción de que el
conocimiento verdadero debe distinguirse por la posesión de las notas de la
necesidad lógica y de la validez universal.
2. El empirismo.
Frente a la tesis del racionalismo, el
pensamiento, la razón, es el único principio del conocimiento, el empirismo (del
griego Empereimía = experiencia) opone la antítesis: la única causa del
conocimiento humano es la experiencia. Según el empirismo, no existe un patrimonio
a priori de la razón. La conciencia cognoscente no obtiene sus conceptos de la razón,
sino exclusivamente de la experiencia. El espíritu humano, por naturaleza, está
desprovisto de todo conocimiento.
El racionalismo es guiado por la idea
determinada, por el conocimiento ideal, mientras que el empirismo, se origina
en los hechos concretos.
Los racionalistas casi siempre surgen de la matemática;
los defensores del empirismo, según lo prueba su historia, frecuentemente
vienen de las ciencias naturales. Esto se entiende sin esfuerzo. La experiencia
es el factor determinante en las ciencias naturales.
En ellas, lo más importante es la comprobación
exacta de los hechos por medio de una cuidadosa observación. El investigador
depende totalmente de la experiencia. Suelen distinguirse dos clases de
experiencia: una interna y otra externa. El fundamento de un conocimiento
válido, no se encuentra en la experiencia, sino en el pensamiento.
3. Apriorismo.
En la historia de la Filosofía existe también un
segundo esfuerzo de intermediación entre el racionalismo y el empirismo: el
apriorismo. El cual también considera que la razón y la experiencia son a causa
del conocimiento. Pero se diferencia del intelectualismo porque establece una
relación entre la razón y la experiencia, en una dirección diametralmente
opuesta a la de éste. En la tendencia de apriorismo, se sostiene que nuestro
conocimiento posee algunos elementos a priori que son independientes de la
experiencia. Esta afirmación también pertenece al racionalismo. Si
relacionáramos el intelectualismo y el apriorismo con los dos extremos
contrarios entre los cuales pretenden mediar, inmediatamente descubriríamos que
el intelectualismo tiene afinidad con el empirismo, mientras que el apriorismo,
se acerca al racionalismo. El intelectualismo forma sus conceptos de la
experiencia; el apriorismo rechaza tal conclusión y establece que el factor
cognoscitivo procede de la razón y no de la experiencia.
LA POSIBILIDAD DEL
CONOCIMIENTO.
1.- El dogmatismo.
Para el, resulta comprensible el que el sujeto,
la conciencia cognoscente, aprehenda su objeto, esta actitud se fundamenta en
una confianza total en la razón humana, confianza que aún no es debilitada por
la duda.
El dogmatismo supone absolutamente la
posibilidad y realidad del contacto entre el sujeto y el objeto.
Para Kant el dogmatismo es la actitud de quien
estudia la metafísica sin haber determinado con anterioridad cuál es la
capacidad de la razón humana para tal estudio.
2. El escepticismo.
El dogmatismo frecuentemente se transforma en su
opuesto, en el escepticismo. Mientras que el dogmatismo considera que la
posibilidad de un contacto entre el sujeto y el objeto es comprensible en sí
misma, el escepticismo niega tal posibilidad. El sujeto no puede aprehender al
objeto, afirma el escepticismo. Por tanto, el conocimiento, considerado como la
aprehensión real de un objeto, es imposible. Según esto, no podemos externar
ningún juicio, y debemos abstenernos totalmente de juzgar.
Mientras que el dogmatismo en cierta forma
ignora al sujeto, el escepticismo desconoce al objeto.
El escepticismo se puede hallar, principalmente,
en la antigüedad. Su fundador fue Pirrón de Elis ( 360 a 270 ) . El afirma que no puede
lograrse un contacto entre el sujeto y el objeto. La conciencia y cognoscente está
imposibilitada para aprehender su objeto.
3. El subjetivismo y el
relativismo.
El escepticismo sostiene que no hay verdad
alguna. El subjetivismo y el relativismo no son tan radicales. Con ellos se
afirma que si existe una verdad; sin embargo, tal verdad tiene una validez
limitada. El subjetivismo, como su nombre lo indica, limita la validez de la
verdad al sujeto que conoce y juzga. El relativismo afirma que no existe alguna
verdad, alguna verdad absolutamente universal.
El subjetivismo y el relativismo son análogos,
en su contenido, al escepticismo. En efecto, ambos niegan la verdad; no en
forma directa como el escepticismo, pero sí en forma indirecta al dudar de su
validez universal.
4. El pragmatismo.
El escepticismo presenta una actitud
esencialmente negativa. Formula la negación de la posibilidad del conocimiento.
El escepticismo adquiere un cariz positivo en el pragmatismo moderno. El
pragmatismo, al igual que el escepticismo, desecha el concepto de la verdad
considerado como concordancia.
El pragmatismo cambia el concepto de la verdad
en cuanto que es originado por una peculiar concepción de lo que es el ser
humano. Dentro de tal concepción el hombre no es primordialmente un ser
especulativo y pensante, sino un ser práctico, un ser volitivo.
5.- El criticismo.
Existe una tercera postura que resolvería la
antítesis en una síntesis. Esta postura intermedia entre el dogmatismo y el
escepticismo recibe el nombre de criticismo. Al igual que el dogmatismo, el
criticismo admite una confianza fundamental en la razón humana. El criticismo
está convencido de que es posible el conocimiento de que existe la verdad. Pero
mientras que tal confianza conduce al dogmatismo, a la aceptación candorosa,
para decirlo en alguna forma, de todas las aseveraciones de la razón humana y
al no fijar límites al poder del conocimiento humano, el criticismo pone, junto
a la confianza general en el conocimiento humano, una desconfianza hacia cada
conocimiento particular, acercándose al escepticismo por esto.
El criticismo examina todas y cada una de las
aseveraciones de la razón humana y nada acepta con indiferencia.
RAZÓN CONTRA PERCEPCIÓN.
Desde el siglo XVII hasta finales del siglo XIX
la cuestión principal en epistemología contrastó la razón contra el sentido de
percepción como medio para adquirir el conocimiento. Para los racionalistas,
entre los más destacados el francés René Descartes, el holandés Baruch Spinoza
y el alemán, Gottfried Wilhelm Leibniz, la principal fuente y prueba final del
conocimiento era el razonamiento deductivo basado en principios evidentes o axiomas.
Para los empiristas, empezando por los filósofos ingleses Francis Bacon y John
Locke, la fuente principal y prueba última del conocimiento era la percepción.
Bacon inauguró la nueva era de la ciencia
moderna criticando la confianza medieval en la tradición y la autoridad y
aportando nuevas normas para articular el método científico, entre las que se
incluyen el primer grupo de reglas de lógica inductiva formuladas. Locke
criticó la creencia racionalista de que los principios del conocimiento son
evidentes por una vía intuitiva, y argumentó que todo conocimiento deriva de la
experiencia, ya sea de la procedente del mundo externo, que imprime sensaciones
en la mente, ya sea de la experiencia interna, cuando la mente refleja sus
propias actividades. Afirmó que el conocimiento humano de los objetos físicos
externos está siempre sujeto a los errores de los sentidos y concluyó que no se
puede tener un conocimiento certero del mundo físico que resulte absoluto.
El filósofo irlandés George Berkeley estaba de
acuerdo con Locke en que el conocimiento se adquiere a través de las ideas,
pero rechazó la creencia de Locke de que es posible distinguir entre ideas y
objetos. El filósofo escocés David Hume siguió con la tradición empirista, pero
no aceptó la conclusión de Berkeley de que el conocimiento consistía tan sólo
en ideas. Dividió todo el conocimiento en dos clases: el conocimiento de la
relación de las ideas —es decir, el conocimiento hallado en las matemáticas y
la lógica, que es exacto y certero pero no aporta información sobre el mundo— y
el conocimiento de la realidad —es decir, el que se deriva de la percepción.
Hume afirmó que la mayor parte del conocimiento de la realidad descansa en la
relación causa-efecto, y al no existir ninguna conexión lógica entre una causa
dada y su efecto, no se puede esperar conocer ninguna realidad futura con
certeza. Así, las leyes de la ciencia más certeras podrían no seguir siendo
verdad: una conclusión que tuvo un impacto revolucionario en la filosofía.
El filósofo alemán Immanuel Kant intentó
resolver la crisis
provocada por Locke y llevada a su punto más alto por las teorías
de Hume; propuso una solución en la que combinaba elementos del racionalismo
con algunas tesis procedentes del empirismo. Coincidió con los racionalistas en
que se puede tener conocimiento exacto y certero, pero siguió a los empiristas
en mantener que dicho conocimiento es más informativo sobre la estructura del
pensamiento que sobre el mundo que se halla al margen del mismo. Distinguió
tres tipos de conocimiento: analítico a priori, que es exacto y certero
pero no informativo, porque sólo aclara lo que está contenido en las
definiciones; sintético a posteriori, que transmite información sobre el
mundo aprendido a partir de la experiencia, pero está sujeto a los errores de
los sentidos, y sintético a priori, que se descubre por la intuición y
es a la vez exacto y certero, ya que expresa las condiciones necesarias que la
mente impone a todos los objetos de la experiencia. Las matemáticas y la
filosofía, de acuerdo con Kant, aportan este último tipo de conocimiento. Desde
los tiempos de Kant, una de las cuestiones sobre las que más se ha debatido en
filosofía ha sido si existe o no el conocimiento sintético a priori.
Durante el siglo XIX, el filósofo alemán George
Wilhelm Friedrich Hegel retomó la afirmación racionalista de que el
conocimiento certero de la realidad puede alcanzarse con carácter absoluto
equiparando los procesos del pensamiento, de la naturaleza y de la historia.
Hegel provocó un interés por la historia y el enfoque histórico del
conocimiento que más tarde fue realzado por Herbert Spencer en Gran Bretaña y la
escuela alemana del historicismo. Spencer y el filósofo francés Auguste Comte
llamaron la atención sobre la importancia de la sociología como una rama del
conocimiento y ambos aplicaron los principios del empirismo al estudio de la sociedad.
La escuela estadounidense del pragmatismo,
fundada por los filósofos Charles Sanders Peirce, William James y John Dewey a
principios de este siglo, llevó el empirismo aún más lejos al mantener que el
conocimiento es un instrumento de acción y que todas las creencias tenían que
ser juzgadas por su utilidad como reglas para predecir las experiencias.
POSICIÓN DE LOS AUTORES FRENTE
AL CONCOCIMIENTO.
Para algunos autores, el fundamento de la
posibilidad del conocimiento es la realidad, bien la sensible (como han
defendido los filósofos de orientación empirista), bien la inteligible (como
aquellos racionalistas que han defendido el carácter realmente existente de las
entidades conceptuales o nociones generales).
El primer gran filósofo que abordó el estudio
del conocimiento fué el francés René Descartes, en el siglo XVII. Descartes
intentó descubrir un fundamento del conocimiento que fuera independiente de
límites y supuestos. Para él, conocer es partir de una proposición evidente,
que se apoya en una intuición primaria. Descartes formuló tal proposición en su
célebre sentencia: "pienso, luego existo".
Kant negó que la realidad pudiera ser explicada
mediante los solos conceptos y se propuso conseguir el mismo objetivo, pero
intentando determinar los límites y capacidades de la razón. Si bien existen,
efectivamente, juicios sintéticos apriori, que son la condición necesaria de
toda comprehensión de la naturaleza (trascendentales), el ámbito del
conocimiento de limita, sin embargo en el pensamiento de Kant, al reino de la
experiencia.
Según el británico John Locke, representante
moderado del empirismo, las impresiones de la sensibilidad sólo formaban la
base primaria del conocimiento. El también británico David Hume y algunos
autores neopositivistas posteriores consideraron, por el contrario, que las
nociones de las ciencias formales no son empíricas ni conceptuales, sino
formales y, por lo tanto, vacías de conocimiento.
De acuerdo con determinadas formas de empirismo
existen otras experiencias además de la sensible, como la experiencia
histórica, la experiencia intelectual, etc. En estas posiciones, a algunos de
cuyos precursores - los alemanes Friedrich Nietzsche y Wilhelm Dilthey-
difícilmente se les puede considerar como empiristas, el término experiencia se
entiende en un sentido más amplio. Los autores más representativos de estas
posiciones son el alemán Martin Heidegger
y el francés Jean- Paul- Sartre, que defendieron posturas existencialistas; los
estadounidenses John Dewey y William James, de orientación pragmatista; y el español
José Ortega y Gasset, que mantuvo la postura que él llamó raciovitalismo, en la
que vida y razón constituían los dos polos de su concepción del mundo.
EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO.
Mientras que la epistemología ha sido entendida
tradicionalmente como una teoría del conocimiento en general, en el siglo XX
los filósofos se interesaron principalmente por construir una teoría del
conocimiento científico, suponiendo que si se lograra disponer de teoría adecuadas
que explicaran los mecanismos de un conocimiento de este tipo, podrían avanzar
considerablemente por la misma vía en la solución de problemas gnoseológicos
(doctrinas filosófica y religiosa que pretendía tener un conocimiento
misterioso e instintivo de las cosas divinas) más generales.
La elaboración de una epistemología de este tipo
constituyó la tarea abordada especialmente por los autores del Círculo de
Viena, que fueron el germen de todo movimiento del empirismo o positivismo
lógico. Para éstos filósofos se trataba de conseguir un sistema unitario de
saber y conocimiento, lo que requería la unificación del lenguaje y la metodología
de las distintas ciencias. Este lenguaje debería ser intersubjetivo - lo que
exigía la utilización de formalismos y de una semántica común- y universal, es
decir, cualquier proposición debía poder traducirse a él.
Lo único que puede hacerse es formular la
hipótesis de la existencia de una realidad independiente de nuestra experiencia
e indicar criterios para su contrastación en la medida en que una afirmación de
existencia implica determinados enunciados perceptivos. No hay ninguna
posibilidad de decisión respecto a una realidad o idealidad absolutas. Ello
sería, en palabras de Carnap, un seudoproblema. Todas las formas
epistemológicas de la tradición filosófica inspiradas en posiciones metafísicas
- el idealismo
y el realismo filosófico, el fenomelanismo, el solipsismo, etc.- caerían, así,
fuera del ámbito del conocimiento empírico, ya que buscarían responder a una
pregunta imposible.
EPISTEMOLOGÍA EN EL SIGLO XX.
A principios del siglo XX los problemas
epistemológicos fueron discutidos a fondo y sutiles matices de diferencia
empezaron a dividir a las distintas escuelas de pensamiento rivales. Se prestó
especial atención a la relación entre el acto de percibir algo, el objeto
percibido de una forma directa y la cosa que se puede decir que se conoce como
resultado de la propia percepción. Los autores fenomenológicos afirmaron que
los objetos de conocimiento son los mismos que los objetos percibidos. Los neorrealistas
sostuvieron que se tienen percepciones
directas de los objetos físicos o partes de los objetos físicos en vez de los
estados mentales personales de cada uno. Los realistas críticos adoptaron una
posición intermedia, manteniendo que aunque se perciben sólo datos sensoriales,
como los colores y los sonidos, éstos representan objetos físicos sobre los
cuales aportan conocimiento.
Un método para enfrentarse al problema de
clarificar la relación entre el acto de conocer y el objeto conocido fue
elaborado por el filósofo alemán Edmund Husserl. Perfiló un procedimiento
elaborado, al que llamó fenomenología, por medio del cual se puede distinguir
cómo son las cosas a partir de cómo uno piensa que son en realidad, alcanzando
así una comprensión más precisa de las bases conceptuales del conocimiento.
Durante el segundo cuarto del siglo XX surgieron
dos escuelas de pensamiento, ambas deudoras del filósofo austriaco Ludwig
Wittgenstein. Por una parte, la escuela del empirismo o positivismo lógico,
tuvo su origen en Viena, Austria, pero pronto se extendió por todo el mundo.
Los empiristas lógicos hicieron hincapié en que sólo hay una clase
de conocimiento: el conocimiento científico; que cualquier conocimiento válido
tiene que ser verificable en la experiencia; y, por lo tanto, que mucho de lo
que había sido dado por bueno por la filosofía no era ni verdadero ni falso,
sino carente de sentido. A la postre, siguiendo a Hume y a Kant, se tenía que
establecer una clara distinción entre enunciados analíticos y sintéticos. El
llamado criterio de verificabilidad del significado ha sufrido cambios como
consecuencia de las discusiones entre los propios empiristas lógicos, así como
entre sus críticos, pero no ha sido descartado.
La última de estas recientes escuelas de
pensamiento, englobadas en el campo del análisis lingüístico (véase
Filosofía analítica) o en la filosofía del lenguaje corriente, parece romper
con la epistemología tradicional. Los analistas lingüísticos se han propuesto
estudiar el modo real en que se usan los términos epistemológicos claves términos como conocimiento, percepción y probabilidad y
formular reglas definitivas para su uso con objeto de evitar confusiones
verbales. El filósofo británico John Langshaw Austin afirmó, por ejemplo, que
decir que un enunciado es verdadero no añade nada al enunciado excepto una promesa
por parte del que habla o escribe. Austin no considera la verdad como una
cualidad o propiedad de los enunciados o elocuciones.
CONCLUSIÓN.:
Si la epistemología – es el estudio del
conocimiento- constituye, por su propia naturaleza, una de las partes
esenciales de la filosofía, la creciente importancia en la ciencia y la
consiguiente necesidad de dotarla de sólidos fundamentos teóricos ha
acrecentado aún más el interés por la misma en el moderno pensamiento
filosófico.
BIBLIOGRAFÍA.:
Enciclopedia Hispánica; 5: 402-404; 1994-1995.
Enciclopedia Microsoft Encarta `97.
Gutiérrez Saenz, Raúl; Introducción a la
filosofía; Editorial Esfinge.
Hessen; Teoría del conocimiento; Editorial
Esfinge
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