La
pregunta tiene una importancia enorme en el aula, y es susceptible de ser aprendida
y/o enseñada. En sintonía con este requerimiento, los docentes en el aula
podemos orientar a los alumnos por medio de talleres en el necesario pero
difícil arte de preguntar. Es significativo que el estudiantado aprenda a formular
sus propias preguntas. El educando puede elaborar preguntas a partir de la
lectura de un texto, de la información de la clase, de la observación de una
lámina o de los resultados de una experiencia, de una excursión a la
naturaleza, de una visita a un centro de interés científico, entre otros. El
uso de la pregunta es sustancial porque propicia la reflexión, el planteamiento
de problemas o hipótesis. Favorece, además La expresión oral y/o escrita, la
comunicación entre estudiantes, su atención y la creación de un ambiente
favorable de aprendizaje. En este mismo sentido, el profesor, refiriéndose a un
capítulo o a una unidad del libro, puede enseñar a las alumnas a proponer un
cuestionario sobre el texto, haciéndose preguntas que exijan no solamente
reflexión sino también deducciones y conjeturas.
La
reflexión y la aplicación de la pedagogía de la pregunta concuerdan muy bien en
el modelo educativo de la Escuela Nueva, que implica, desde luego, no sólo
innovar e implementar métodos y estrategias, de los materiales, de los
ambientes y espacios educativos, sino también rescatar el papel crítico-constructivo de los educadores
y de los estudiantes . En este tipo de escuelas, el maestro y los alumnos establecen
sinceros y fuertes lazos de amistad. Allí se reconocen y se valoran mutuamente.
En la Escuela Nueva, se fomenta una educación humanista, personalizada y
liberadora, que respeta al hombre como tal, y los resultados, por supuesto, son
más alentadores que en la escuela tradicional.
En
este contexto, Paulo Freire en su libro La
pedagogía de la pregunta, plantea que “los maestros y alumnos, se reúnen en
el aula de clase para plantearse preguntas acerca de los problemas prácticos de
sus vidas, de sus comunidades y del conocimiento que esperan construir”. Esa
aula de clases que tanto interesaba al pedagogo brasileño tiene su epicentro en
la Nueva Escuela, la misma que se origina con la corriente de la pedagogía activa. Para el maestro
Freire, la pregunta es el eje medular,
es el activador del pensamiento y
del discurrir sobre los diferentes asuntos que se plantea el grupo como tarea.
Decía
Freire que “las preguntas ayudan a iniciar procesos interactivos de
aprendizajes y solución de problemas, lo mismo que mantenerlos hasta cuando se
logran los objetivos y se planteen nuevos problemas y nuevas situaciones de
aprendizaje en este continuo trasegar que es la vida.” La pregunta es, además, un elemento pedagógico que estimula y da
solidez al proceso de autoaprendizaje. Es una herramienta de primer orden en el proceso de aprender a aprender.
La
pregunta debe acompañar y, de hecho, acompaña al ser humano durante todo el
desarrollo de su vida. Vivir, podríamos
decir, es preguntar, es estar
preguntando constantemente. Para Gadamer, por ejemplo, quien no se hace
preguntas no es porque se haya vuelto tonto sino porque no necesita saber.
Para poder preguntar hay que querer saber, esto es, saber que no se sabe. Esto
significa tener una postura humilde frente al saber. Esto es equivalente a la
ignorancia docta de Sócrates, que consistía precisamente en decir “sólo sé que
nada sé”, cuando en realidad él era el sabio más grande de toda Grecia. En
cambio, una persona que se cree que lo sabe todo, que se jacta de ser sabio, bloquea toda posibilidad de aprendizaje. Y,
por el contrario, lo que puede ocurrir en los interminables procesos de
aprendizaje, es que quien no sepa la respuesta –en un momento determinado-, debe reflexionar sobre la pregunta
planteada.
En
términos generales, la ciencia, el
conocimiento y la solución de problemas se inician y se nutren continuamente a
partir de las preguntas. Freire nos
dice que “el origen del conocimiento está en la pregunta, o en las preguntas, o
en el mismo acto de preguntar; me atrevería a decir que el primer lenguaje
fue una pregunta, la primera palabra fue, a la vez, pregunta y respuesta, en un
acto simultáneo”. Con ello, Freire nos quiere significar que la pregunta es de naturaleza humana, y
por tanto, el hombre como ser
histórico-social se debe a que ha logrado constituir un lenguaje articulado y
pensado a partir de la formulación de sucesivas preguntas. En la medida en
que el hombre que posea suficientes elementos lingüísticos tenga la posibilidad
de pensar mejor, y poseer una mayor capacidad y calidad en su pensamiento, desde
luego, podrá formularse preguntas con mayor sentido.
Sin
embargo, la educación y los maestros tradicionales se olvidaron de las
preguntas y que con ellas empieza el conocimiento. Con la pregunta, en términos de Freire, nace también la curiosidad, y
con la curiosidad se incentiva la creatividad. Con la educación
tradicional, dice Freire, se castra la
curiosidad, se estrecha la imaginación, y se hipertrofian los sentidos.
Históricamente en educación hemos tenido el predominio de una pedagogía de la
respuesta sobre una pedagogía de la pregunta, en la que los modelos de
aprendizaje se apoyan en meros contenidos ya elaborados que deben ser
transmitidos por el profesor. De ahí,
que sea indispensable en la escuela contemporánea implementar el método de la
mayéutica socrática como recurso pedagógico. A veces los maestros olvidamos
que “el ser humano es filósofo por
naturaleza que, si se le ofrece la oportunidad, se hace preguntas a todas las
edades y, a partir de ellas, descubre el mundo y que poco a poco va
apropiándose de él”. Por lo que vemos, los recursos que requiere el maestro
para desarrollar la pedagogía de la pregunta son más bien sencillos, nada del
otro mundo. Para estos fines un maestro real, un maestro auténtico, sólo
requiere de un poco de ingenio y de destreza intelectual, y de una dosis de
buena voluntad. Eso es todo lo que se necesita.
Fuente : Redalyc.La pedagogía de la pregunta.
Una contribución para el aprendizaje
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